Resumen: «¿Qué fue del buen samaritano?» de Ha-Joon Chang
Resumen por capítulos de Ha-Joon Chang, uno de los más renombrados economistas heterodoxos especializados en economía del desarrollo. En sus libros desarrolla la idea de que las políticas que divulgan y promueven los países industrializados a los más pobres no son las que ellos mismos siguieron para hacerse ricos, y que por lo tanto serían unos «malos samaritanos» que echan abajo la escalera por la que ellos subieron.
Desde un hipotético caso de milagro económico de Mozambique en 2030 hasta la historia de los japoneses como «raza de flojos» y manufactureros de tecnología de segunda clase.
Capítulo 1
Retorno al Lexus y al olivo
Mitos y verdades sobre la globalización
En esta primera parte el autor habla de como una empresa, Toyota, pasó del rubro textil al automovilístico y como su marca de lujo, Lexus, es hoy un símbolo de la globalización.
Nombra a esta empresa, de origen japonés, para apoyar su tesis de que el libre comercio no es el camino correcto para un país. «Sin embargo, la verdad es que si el gobierno japonés hubiera seguido a los economistas del libre comercio a principios de la década de 1960, no habría habido Lexus. Si el país se hubiera puesto el corsé dorado de Friedman antes, Japón habría seguido siendo la fuerza industrial de tercera clase que era en los años sesenta, con su nivel de ingresos en pie de igualdad con Chile, Argentina y Sudáfrica.»
La historia oficial de la globalización
Es la historia que redactan los países desarrollados, la cual Chang describe como incierta y por eso luego propone «La verdadera historia de la globalización».
Los resultados de los cambios, según la historia oficial, es una economía mundial globalizada comparable con la «Edad de oro». Es así que cita unas palabras de Renato Ruggiero, el primer director general de la OMC: Como consecuencia de este nuevo orden mundial, ahora tenemos «la capacidad para erradicar la pobreza global en la primera parte del próximo siglo».
Finalmente, el autor llega a la conclusión que «esta versión de la historia de la globalización pinta un cuadro engañoso, distorsionando nuestra comprensión de cuáles son nuestros orígenes, dónde nos encontramos ahora y hacia dónde podemos estar dirigiéndonos».
La verdadera historia de la globalización
Al mismo tiempo que imponían el libre comercio a naciones más débiles a través del colonialismo y los tratados desiguales, los países ricos mantenían aranceles altos. Para empezar Gran Bretaña, la supuesta patria del libre comercio, fue uno de los países más proteccionistas. A partir de la década de 1880, la mayoría de los países europeos volvieron a levantar barreras protectoras en parte para proteger a sus agricultores de los alimentos baratos importados del Nuevo Mundo y en parte para promocionar sus emergentes industrias «pesada y química».
Así, la historia de la primera globalización a finales del siglo XIX y principios del XX se ha reescrito hoy en día para ajustarla a la ortodoxia neoliberal actual. La importancia de la historia del proteccionismo en la naciones ricas de hoy está sumamente minimizada. Rara vez se menciona que lo que en realidad hizo que Gran Bretaña renunciara al libre comercio fue precisamente el uso eficaz del proteccionismo por parte de sus competidores.
¿Neoliberales frente a neoidiotas?
La verdad de la globalización posterior a 1945 es casi lo opuesto a la historia oficial. Durante el período de globalización sustentada por políticas nacionalistas entre los años cincuenta y setenta, la economía mundial, sobre todo en el mundo en vías de desarrollo, crecía más deprisa, era más estable y tenía una distribución de las rentas más equitativa que durante las últimas dos décadas y media de globalización neoliberal rápida y descontrolada. No obstante, ese período es representado en la historia oficial como una época de auténtico desastre de las políticas nacionalistas, especialmente en países en vías de desarrollo. Esta tergiversación de los hechos históricos se está difundiendo con el fin de ocultar el fracaso de los programas neoliberales.
¿Quién dirige la economía mundial?
La mayor parte de lo que ocurre en la economía mundial está determinada por los países ricos. Esto significa que sus políticas nacionales pueden influir muchísimo en la economía mundial.
Pero más importante es el interés de los países ricos por utilizar ese peso en el trazado de las reglas de la economía mundial. Es así que menciona a lo que él llama la Impía Trinidad: OMC, FMI y el Banco Mundial. Asegura que estos entes están controlados básicamente por los países ricos, por lo que conciben y ponen en práctica políticas de mal samaritano que esos países quieren.
Cuestiona además, la influencia de estas organizaciones sobre los países subdesarrollados. «Al principio el FMI sólo imponía condiciones estrechamente relacionadas con la gestión por parte del país prestatario de su balanza de pagos, como la devaluación monetaria. Pero luego empezó a poner condiciones sobre los presupuestos del gobierno alegando que los déficit presupuestarios son una causa clave de problemas de balanza de pagos».
Como si fuera poco, las naciones ricas malas samaritanas suelen exigir, como conidición para su contribución financiera a los paquetes del FMI, que el país prestatario sea obligado a adoptar políticas que tienen poco que ver con arreglar su economía pero que sirven los intereses de los países ricos que prestan el dinero.
Además caracteriza, cuestiona y crítica el funcionamiento de la Impía Trinidad.
¿Están ganando los malos samaritanos?
Para comenzar la respuesta a esta pregunta, el autor cita Margaret Thatcher, la primer ministro británica que encabezó la contrarrevolución neoliberal, quién en contra a sus críticas expresó: «No hay alternativa» (sigla TINA). Esta simple sigla representa el modo en que los malos samaritanos pintan la globalización.
A los malos samaritanos les gusta presentar la globalización como una consecuencia inevitable de los incesantes adelantos en las tecnologías de comunicaciones y transporte.
Concluye el capítulo diciendo: «He demostrado que la conclusión de TINA emana de una compresión fundamentalmente deficiente de las fuerzas que impulsan la globalización y una tergiversación de la historia para hacerla encajar en la teoría». Y sostiene: «Prácticamente todas las economías efectivas, desarrolladas y en vías de desarrollo, alcanzaron el lugar que ocupan mediante una integración selectiva y estratégica en la economía mundial, más que a través de una integración global sin condiciones».
El resto del libro propone analizar las alternativas a la globalización neoliberal.
Capítulo 2
La doble vida de Daniel Defoe
¿Cómo se enriquecen los países ricos?
Chang comienza el capítulo refiriéndose a la vida de Daniel Defoe, escritor de Robinson Crusoe pero quien además a escrito un libro olvidado mostrando su faceta de economista. Dicho libro se llama «A plan of the English Commerce». Este material es una crónica de la política industrial de los Tudor.
En la obra redacta cómo sin las políticas impuestas por Enrique VII y continuadas por sus sucesores, hubiera sido muy difícil que Gran Bretaña hubiera pasado de ser un exportador de materia prima al centro europeo de la industria de tecnología avanzada del momento. El escritor destaca: «A plan hace pedazos el mito fundador del capitalismo de que Gran Bretaña tuvo éxito porque dio con el verdadero camino hacia la prosperidad antes que otros países: el libre mercado y el libre comercio».
Defoe demuestra claramente que no fue el libre mercado sino la protección a la industria lanera británica. Contraviniendo las señales del mercado en el sentido de que su país era un productor eficiente de lana virgen y que debía seguir siéndolo, Enrique VII introdujo políticas que tergiversaron intencionalmente esas verdades poco gratas. Al hacerlo, inició el proceso que con el tiempo transformó a Gran Bretaña en una destacada nación industrial.
El desarrolo económico requiere personas como Enrique VII, que contruyó un nuevo futuro, en lugar de personas como Robinson Crusoe, que viven para el presente. Sin darse cuenta, Defoe creó el protagonista de la economía librecambista en su obra de ficción pero su propio análisis económico ilustraba claramente las limitaciones del libre mercado y libre comercio.
Gran Bretaña se come al mundo
Robert Walpole, conocido como el primer ministro británico, se destacó por ser un gestor económico sumamente competente. Sus políticas fueron las siguientes:
- Mejoró la solvencia de su gobierno creando un «fondo de amortización» destinado a devolver las deudas.
- Emprendió una reforma política que cambió radicalmente el foco de los programas industriales y comerciales de Gran Bretaña. Las mismas iban dirigidas intencionadamente a fomentar las industrias manufactureras.
- Por último, implementó políticas para fomentar la producción de artículos de primera necesidad en sus colonias. Su objetivo era tener la seguridad de que los colonos jamás emergerían como competidores de los fabricantes británicos, lo que le garantizaría a Gran Bretaña estar en la vanguardia del desarrollo mundial.
La doble vida de la economía británica
Este subtítulo básicamente se debe «a esa doble» economía que marcó definitivamente su historia y la cual Gran Bretaña pretende tapar, para desviar el camino al éxito de los demás países.
Es así que el autor nombra a los principales ideólogos ingleses del liberalismo: Adam Smith y David Ricardo.
El primero sostuvo que la protección, subvenciones y concesión de derechos de monopolio eran perjudiciales para la economía británica. Pero fue recién después de cuatro décadas que los ingleses aceptaron esta ideología.
El momento en que Gran Bretaña adoptó las ideas de libre cambio fue al final de las guerras napoleónicas de 1815. Firmemente consolidados como los más eficientes del mundo, los fabricantes británicos entendieron correctamente que ahora les interesaba adoptar el libre comercio. Es así que los fabricantes comenzaron a hacer campaña a favor de la abolición de la Ley de Maíz, la cual limitaba la capacidad del país de importar cereales más baratos. Los alimentos más baratos les permitían reducir los salarios y aumentar los beneficios.
En tanto, David Ricardo contribuyó decisivamente con esta campaña. Finalmente en 1846, La Ley del Maíz fue abrogada, obteniendo que los aranceles sobre muchos de los productos manufactureros fueran abolidos.
En conclusión, Gran Bretaña adoptó el libre comercio solo cuando alcanzó una ventaja tecnológica sobre sus competidores «detrás de unas barreras altas y duraderas».
América entre en la liza
Aquí habla sobre las nuevas ideas que empezó a aplicar Estados Unidos de la mano de Alexander Hamilton, quien llegó a ser el primer ministro de Economía y Hacienda del país. Pero su tarea muchas veces se vio influída por Thomas Jefferson, primer secretario de Estado y tercer presidente de EE.UU., quien además estaba muy de acuerdo con la ideas liberales provenientes del gran economista Adam Smith.
Hamilton propuso una serie de medidas para alcanzar el desarrollo industrial de su país: aranceles protectores y prohibiciones de importaciones, subvenciones, entre otros.
Reflexión: «Si Estados Unidos hubiera rechazado el punto de vista de Hamilton y aceptado el de su archirrival, Thomas Jefferson, para quien la sociedad ideal era una economía agrícola integrada por agricultores terratenientes autónomos, jamás habría podido dar el salto desde una modesta nación agraria rebelándose contra su poderoso dueño colonial hasta la mayor superpotencia mundial».
Abraham Lincoln y el intento de América por conseguir la supremacía
Habla de la ideología y medidas de Linconln, así como también de las medidas proteccionistas y una vez consolidado, liberalistas que tomó el país para convertirse en lo que hoy es. Destaca: «No fue después de la Segunda Guerra Mundial cuando Estados Unidos (con su supremacía industrial ahora incontrovertible) liberalizó su comercio y comenzó a liderar a la cusa del libre cambio (…) Además, el gobierno estadounidense fomentó industrias claves por otros medios, por ejemplo la financiación pública de I+D. Sin esto, EE.UU no habría podido mantener su ventaja tecnológica sobre el resto del mundo en industrias claves».
Otros países secretos culpables
Ninguno de los demás países que figuran entre las naciones ricas de hoy fue tan proteccionista como Gran Bretaña o Estados Unidos.
Los economistas librecambistas tienen que justificar cómo el libre comercio puede ser una explicación del éxito económico de los países ricos de hoy, cuando sencillamente no se había practicado demasiado antes de que se enriquecieran.
Aprender las lecciones apropiadas de la historia
La historia nos dice que, en las primeras fases de su desarrollo, prácticamente todas las naciones prósperas utilizaron alguna combinación de protección, subvenciones y regulación para desarrollar sus economías.
Expresa: «más extendida e importante que la «retirada de la escalera» es la amnesia histórica. A esos malos samaritanos nunca se es ocurre que las políticas que recomiendan están fundamentalmente reñidas con lo que la historia nos enseña que son los mejores programas de desarrollo.
Por suerte, la historia demuestra también que no es inevitable que países prósperos se comporten como malos samaritanos y, aún más importante, que les conviene por su propio bien no hacerlo».
Al final del capítulo, Chang propone una serie de análisis: «La historia que he expuesto en los dos últimos capítulos pondrá al corriente mi discusión en los siguientes, donde explico cómo se equivocan exactamente los malos samaritanos de nuestro tiempo con relación a los ámbitos clave de la política económica y sugiero cómo debería cambiar su comportamiento si queremos fomentar el crecimiento económico en los países pobres».
Capítulo 3
Mi hijo de seis años debería trabajar
¿Es siempre el libre comercio la solución?
Aquí Chang utiliza el ejemplo de su hijo para plantear que una nación en vías de crecimiento no se la puede dejar a la suerte del libre mercado ya que no está preparada.
Capítulo 4
El filandes y el elefante
¿Deberíamos regular la inversión extranjera?
¿Es el capital extranjero esencial?
A muchos países en vías de desarrollo les cuesta trabajo generar suficientes ahorros para satisfacer sus propias exigencias de inversión. Dadas las circunstancias, no parece controvertido que cualquier dinero adicional que puedan obtener de otros países que tienen superávit debería ser bueno. Las naciones subdesarrolladas deberían abrir sus mercados de capitales, dicen los malos samaritanos, para que pueda entrar libremente ese dinero.
Según los economistas neoliberales, la ventaja de disponer de libre circulación de capital internacional no se limita a llenar «falta de ahorros». Mejora la eficiencia económica permitiendo la entrada de capital en proyectos con las devoluciones más altas posible a escala global. La libre circulación transfronteriza de capital se considera también como un modo de difundir «la mejor práctica» en política gubernamental y gobernanza corporativa.
Los flujos de capital extranjero en países en vías de desarrollo constan de tres elementos principales: donaciones, deudas e inversiones. Las donaciones son dinero entregado por otro países y reciben el nombre de ayuda extranjera o asistencia oficial para el desarrollo. Las deudas consisten en préstamos y bonos bancarios. Las inversiones están constituidas por «inversiones de cartera».
No es ninguna coincidencia que los países subdesarrollados hayan experimentado crisis financieras más frecuentes desde que muchos de ellos abrieran sus mercados de capitales a instancias de los malos samaritanos en las décadas de 1980 y 1990.
¿La Madre Teresa del capital extranjero?
Los argumentos favorables a recibir inversión extranjera directa parecen, pues, abrumadores. La IED es estable, a diferencia de otras formas de afluencias de capital extranjero. Además, no solo trae dinero sino que también mejora las competencias productivas de país anfitrión aportando organización, aptitudes y tecnología más avanzadas. No es de extrañar que la inversión extranjera directa sea ensalzada como si fuera «la Madre Teresa del capital extranjero». Pero la inversión extranjera directa tiene sus limitaciones y problemas.
La IED no es necesariamente una fuente estable de divisas, sino que además puede tener repercusiones negativas en el mercado de divisas del país receptor. La IED puede traer divisas, pero también puede generar exigencias adicionales para estas.
Otro inconveniente de la inversión extranjera directa es que crea la oportunidad de «fijación del precio de transferencias» por parte de corporaciones transnacionales con operaciones en más de un país.
Una repercusión crítica pero a menudo desconocida de la IED es la que tiene sobre los competidores nacionales. La entrada de una CTN a través de IED puede destruir empresas nacionales existentes que habrían podido convertirse en negocios prósperos sin su exposición prematura a la competencia, o puede evitar la aparición de competidores domésticos.
«Más peligrosos que el poder militar»
Aquí Chang habla de como la historia está del lado de los reguladores: «La mayoría de los países ricos de hoy en día regularon la inversión extranjera cuando estaban en el bando receptor. En ocasiones esa regulación fue draconiana: Finlandia, Japón, Corea y Estados Unidos son los mejores ejemplos. Hubo naciones que prosperaron buscando activamente IED, como Singapur e Irlanda, pero ni siquiera ellas adoptaron el enfoque de laissez-faire hacia las CTN que los malos samaritanos recomiendan hoy a los países en vías de desarrollo.
¿Un mundo sin fronteras?
La teoría económica, la historia y las experiencias contemporáneas nos dicen que, para beneficiarse verdaderamente de la inversión extranjera directa, el gobierno debe regularla bien. A pesar de todo eso, los malos samaritanos han estado esforzándose todo lo posible por ilegalizar prácticamente toda regulación de IED durante la última década.
Los malos samaritanos creen que si se liberaliza la regulación de la inversión extranjera, entrarán más inversiones y ayudarán al crecimiento económico. Pero la inversión extranjera es consecuencia, más que la causa, del crecimiento económico. La cruda verdad es que, por muy liberal que sea el régimen regulador, las empresas extranjeras no entrarán en un país a menos que su economía ofrezca un mercado atractivo y recursos productivos de alta calidad. Por eso, tantas naciones en vías de desarrollo no han conseguido atraer volúmenes importantes de IED. Los países tienen que desarrollar crecimiento antes de que las CTN se interesen por ellos.
«La única cosa peor que ser explotado por el capital..»
Según el escritor, lo único peor que se explotado por el capital es no ser explotado por el capital. La inversión extranjera, sobre todo la directa puede ser una herramienta muy útil para el desarrollo económico. Pero cuán útil, depende del tipo de inversión efectuada y cómo la regula el paíes anfritrión.
La inversión financiera extranjera acarrea más peligros que ventajas, como incluso los neoliberales reconocen en la actualidad. Si bien la inversión extranjera directa no es la Madre Teresa, a menudo aporta ventajas al país anfitrión a corto plazo. Pero es a largo plazo lo que importa cuando se trata de desarrollo económico.
La inversión extranjera directa puede ayudar al desarrollo económico, pero solo si se introduce formando parte de una estrategia de desarrollo orientada a largo plazo. Las políticas deberían rediseñarse de manera que la IED no acabe con los productores nacionales, que pueden brindar grandes posibilidades a la larga, al mismo tiempo que se garantiza que las tecnologías avanzadas y las aptitudes de gestión que las corporaciones extranjeras poseen se tranfieren a negocios domésticos hasta el punto máximo posible. Habrá más naciones que prosperarán, y lo han hecho, cuando regulen más activamente la inversión extranjera, incluida la IED. Es probable que el intento por parte de los malos samaritanos de imposibilitar esa regulación a los países subdesarrollados obstaculice, en lugar de ayudar, su desarrollo económico.
Capítulo 5
El hombre explota al hombre
¿Empresa privada buena, empresa pública mala?
Habla sobre el comunismo y su fracaso como sistema económico.
Propiedad estatal en puerto
«Por definición, las empresas de propiedad estatal son bienes poseídos colectivamente por todos los ciudadanos, que contratan gerentes profesionales con salarios fijos para administrarlos. Dado que es la ciudadanía quien ostenta el reclamo residual como propietario de la empresa, los gerentes contratados no se preocupan por la rentabilidad de sus compañías». Luego continua nombrando diversos argumentos en contra de las EPE.
Estatal frente a privado
Habla de como los problemas de las empresas del sector público también afectan a las del sector privado.
El problema de principal-agente y el del polizón afectan a muchas grandes empresas de propiedad privada. Algunas de ellas todavía son gestionadas por sus dueños mayoritarios, pero la mayoría son administradas por gerentes contratados porque la propiedad de sus acciones es dispersa. Es así, que los gerentes contratados tampoco tendrán alicientes para invertir más que niveles de esfuerzos subóptimos, mientras que los accionistas individuales no tendrán suficiente incentivo para controlar a los agentes contratados (el problema del polizón).
En cuanto a las restricciones de presupuesto blando generadas por la política, no se limitan a las EPE. Las compañías privadas también pueden esperar subvenciones o incluso rescates del gobierno.
Casos de éxito de la propiedad estatal
En este subtítulo menciona diferentes EPE, como Renault y Petrobras. Además explica por qué rara vez se oye hablar del éxito de dichas empresas públicas. En parte se debe a la naturaleza de la cobertura, ya sea periodística o académica y en otra la escacez de información positiva referente a las empresas de propiedad estatal. El ascenso del neoliberalimo durante las dos últimas décadas ha hecho la titularidad estatal tan impopular entre la opinión pública que las propias EPE prósperas quieren minimizar su relación con el Estado.
La defensa de la propiedad estatal
Las empresas de propiedad estatal suelen ser soluciones más prácticas que un sistema de subvenciones y regulaciones para suministradores del sector privado, especialmente en países subdesarrollados que adolecen de la falta de competencias tributarias y reguladoras. No solo pueden funcionar bien sino que, en determinadas circunstancias, pueden ser superiores a las compañías del sector privado.
Los escollos de la privatización
El autor expresa: «Si la titularidad estatal en sí misma no es completamente, o ni siquiera predominante, la causa primordial de los problemas de la EPE, es poco probable que cambiar la condición de su propiedad (es decir, la privatización) resuelva esos problemas. Es más, la privatización presenta numerosos escollos». Luego comienza a nombrar y caracterizar cada uno de ellos: vender las empresas adecuadas, la privatización debe hacerse a la escala adecuada y en el momento propicio, los compradores adecuados, entre otros.
Gato negro, gato blanco
El cuadro con respecto a la gestión de las empresas de propiedad estatal es complejo. Hay compañías estatales buenas y malas. Incluso para un problema similar, la titularidad pública puede ser la solución adecuada en un contexto pero no en otro. Muchos problemas que aquejan a las EPE afectan también a grandes empresas del sector privado con propiedad dispersa. A veces la privatización funciona bien, pero puede ser una receta para el desastre, especialmente en países en vías de desarrollo que carecen de las competencias reguladoras necesarias. Aun cuando la privatización es la solución correcta, puede resultar díficil de aplicar en la práctica.
En conclusión, no existe ninguna regla infalible para hacer que una empresa de propiedad estatal sea próspera. Por lo tanto, en lo que concierne a la gestión de EPE, necesitamos una actitud pragmática en el espíritu del célebre comentario del ex líder chino Deng Xiaoping: «no importa si el gato es blanco o negro mientras cace ratones».
Capítulo 6
Windows 98 en 1997
¿Está mal «tomar prestadas» ideas?
Habla sobre como en Hong Kong apareció Windows 98 antes que se mostrara el original.
«El pábulo de interés para la llama de genialidad»
Habla sobre las leyes de patentes. «Durante el debate que rodeó los medicamentos para el VHI/sida, las compañías farmacéuticas arguyeron que, sin patentes, no habría más fármacos nuevos: si cualquiera puede «robar» sus inventos, no tienen ningún motivo para invertir en la invención de nuevas medicinas. Citando a Abraham Lincoln -el único presidente de Estados Unidos al que se concedió una patente- quien dijo que «la patente da el pábulo del interés para la llama de la genialidad».
La ineficiencia derivada de los monopolios y del derroche de la competencia de «el ganador se lo lleva todo» no son los únicos problemas, ni los más importantes, del sistema de patentes y otras formas parecidas de protección de derechos sobre la propiedad intelectual. El impacto más perjudicial reside en su pontencial para bloquear flujos de conocimientos a países tecnológicamente atrasados que necesitan tecnologías mejores para desarrollar sus economías. Todo el desarrollo ecómico pasa por adoptar tecnologías extranjeras avanzadas. Cualquier factor que lo haga más díficil, ya sea el sistema de patentes o la prohibición de la la exportación de tecnologías avanzadas, no es bueno para el desarrollo económico. Es así de simple. En el pasado, los países ricos malos samaritanos lo entendieron claramente e hicieron todo lo posible por evitar que esto ocurriera.
John Law y la primera carrera armamentística tecnológica
Aquellas naciones más avanzadas que son buenas en el control de la salida de tecnologías esenciales han mantenido su liderazgo tecnológico durante más tiempo. La «carrera armamentística» tecnológica entre países atrasados que tratan de adquirir conocimientos avanzados extranjeros y los países adelantados que intentan impedir su salida ha ocupado siempre el centro del juego del desarrollo económico.
La carrera armamentística tecnológica fue iniciada de lleno por John Law, el legendario financiero-economista escocés que incluso llegó a ser ministro de Economía y Hacienda de Francia.
Law es recordado principalmente como el chanchullero financiero que provocó la burbuja de Mississipí pero cuyo conocimiento de la economía fue mucho más allá de la mera ingeniería financiera. Comprendió la importancia de la tecnología en la construcción de una economía fuerte.
Entran en escena los abogados
El cuadro histórico está claro. La falsificación no se inventó en el Asia moderna. Cuando estaban atrasados en lo que se refiere a conocimientos, todos los países ricos de hoy en día violaron alegremente las patentes, marcas registradas y derechos de autor de otros. Los suizos «tomaron prestados» inventos químicos alemanes, mientras que los germanos «tomaron prestadas» marcas registradas inglesas y los estadounidenses hicieron lo propio con los materiales de copyright británicos, todo ello sin pagar lo que en la actualidad sería considerado como compensación «justa».
A pesar de esta historia, los países ricos malos samaritanos obligan ahora a las naciones en vías de desarrollo a reforzar la protección de los derechos sobre la propiedad intelectual en un grado históricamente sin precedentes mediante el acuerdo TRIPS y una serie de tratados librecambistas bilaterales. Sostienen que una mayor protección de la propiedad intelectual estimulará la producción de nuevos conocimientos y beneficiará a todos, incluidos los países subdesarrollados.
Larga vida al Ratón Mickey
En 1998, la Copyright Term Extensión Act estadounidense amplió el período de protección de los derechos de autor a «la vida del autor más 70 años, o 95 años para una obra de auditoria colectiva». Esta ley es conocida despectivamente como la Ley de Protección del Ratón Mickey, por el hecho de que Disney encabezó la presión a su favor en la previsión del 75° cumpleaños del Ratón Mickey, creado por primera vez en 1928. Lo que resulta especialmente singular al respecto es que se aplicó de un modo retroactivo. Como debería ser inmediatamente obvio para cualquiera, prorrogar el plazo de protección de obras existentes no puede generar nunca nuevos conocimientos.
Según Chang, «como la protección de derechos sobre la propiedad intelectual implica monopolio, prolongar el período de protección incrementa claramente esos costes. Alargar el plazo significa que la sociedad está pagando más por nuevos conocimientos. Dadas las circunstancias, debemos analizar detenidamente si los plazos vigentes de protección de DPI son los apropiados, y acortarlos si es preciso».
Sandwiches envasados sin cortaza y curcuma
Un supuesto básico que hay detrás de las leyes de DPI es que la idea nueva a la que se concede protección merece ser protegida. Es por eso por lo que todas esas leyes exigen que la idea sea original. Esto puede parecer incontrovertible en términos abstractos, pero resulta más díficil de llevar a la práctica, entre otras razones porque los inversores tienen un incentivo para presionar con el fin de bajar el listón de la originalidad. Luego, el autor da ejemplos y concluye diciendo: «las consecuencias del rebajamiento de la barrera de originalidad no son el principal problema del reciente desequilibrio del sistema de derechos sobre la propiedad intelectual. El problema más grave es que el sistema de DPI ha empezado a ser un obstáculo, en lugar de un acicate, para la innovación tecnológica.
La tiranía de las patentes entrelazadas
Isaac Newton dijo: «Si he visto un poco más lejos, es porque me he aupado a hombros de gigantes». Se refería al hecho de que las ideas se desarrollan de un modo acumulativo. En la antigua controversia sobre patentes, algunos lo utilizaron como argumento contra ellas: cuando emergen nuevas ideas de un fermento de esfuerzo intelectual. En tanto, Thomas Jefferson se opuso a las patentes, argumentando que las ideas son «como el aire» y por lo tanto no pueden poseerse.
Este problema es inherente al sistema de patentes. La ideas son las aportaciones más importantes para generar nuevas ideas. Pero si otros posee las ideas que usted necesita para desarrollar sus propias nuevas ideas, no puede utilizarla sin pagar por ellas.
Normas severas y países en vías de desarrollo
Aquí habla sobre las problemáticas que afrontan los países en vías de desarrollo con respecto a las leyes de patentes.
Alcanzar el equilibrio justo
El autor propone: «Con el fin de alcanzar el equilibrio, debemos disminuir el grado de protección de DPI que predomina hoy en día: acortando el período de protección, levantando la barrera de originalidad y facilitando la comercialización obligatoria y las importaciones paralelas. Sólo cuando alcancemos el equilibrio adecuado el sistema de DPI tendrá la utilidad para la que se creó en un principio, esto es, fomentar la generación de nuevas ideas a los menores costes posibles para la sociedad».
Capítulo 7
¿Misión imposible?
¿Puede la prudencia financiera ir demasiado lejos?
A partir del ascenso del neoliberalismo, y su enfoque «monetarista» sobre la macroeconomía ha cambiado radicalmente. Los «monetaristas» son llamados así porque creen que los precios suben cuando demasiado dinero corre detrás de una determinada cantidad de artículos y servicios. Sostienen también que la estabilidad de precios es la base de la prosperidad y, por lo tanto, la disciplina monetaria debería ser el objetivo primordial de la política macroeconómica.
Cuando se trata de países en vías de desarrollo, la necesidad de disciplina monetaria todavía es más recalcada por los malos samaritanos. Creen que la mayoría de las naciones subdesarrolladas no tienen auto disciplina para «vivir de acuerdo a sus medios»; se afirma que emiten y piden prestado dinero como si les fuera la vida en ello. Domingo Cavallo un famoso ex ministro de Economía de Argentina, calificó en cierta ocasión a su país de «adolescente rebelde» que era incapaz de controlar su conducta y tenía que «madurar». En consecuencia, la firme mano guía del FMI es considerada por los malos samaritanos como crucial para garantizar la estabilidad macroeconómica y por lo tanto el crecimiento en esos países. Por desgracia, los programas macroeconómicos fomentados por el FMI han producido el efecto casi opuesto.
«Atracador, ladrón a mano armada y asesino a sueldo»
Con este subtitulo se refiere a la inflación. Chang dice: «Los neoliberales ven la inflación como el enemigo público número uno». Dicen que la inflación es una forma de impuesto a hurtadillas que despoja injustamente a la gente de sus ingresos ganados con sudor. Luego da una serie da características de cómo los neoliberales ven la inflación.
Hay inflaciones e inflaciones
Luego de una serie de ejemplos de lo que produjo la inflación en ciertos países, Chang llega a la conclusión de que: «Hay inflaciones e inflaciones. La inflación elevada es perjudicial, pero la moderada ( de hasta el 40%) no solo no es necesariamente perjudicial, sino que incluso puede ser compatible con un crecimiento rápido y creación de empleo. Hasta podemos decir que cierto grado de inflación es inevitable en una economía dinámica. Los precios cambian porque también lo hace la economía, por lo que es natural que los precios suban en una economía en la que existen muchas actividades nuevas que generan nueva demanda».
El precio de la estabilidad de los precios
Habla del problema de la baja inflación de los países subdesarrollados y del doble discurso de los malos samaritanos sobre el interés elevado:
«Una política monetaria demasiado rígida disminuye la inversión. La menor inversión frena el crecimiento y la creación de empleo. Puede que esto no plantee un problema enorme a países ricos con un nivel de vida elevado, una provisión generosa del Estado de bienestar social y bajo índice de pobreza, pero es un desastre para las naciones subdesarrolladas que requieren desesperadamente más inversiones y empleo que a menudo tratan de manejar un alto grado de desigualdad de ingresos sin recurrir a un programa de redistribución a gran escala que, de todos modos, puede ocasionar más problemas de los que resuelve.
Dados los costes de adoptar una política monetaria restringida, dar independencia al banco central con el único propósito de controlar la inflación es lo último que un país en vías de desarrollo debe hacer, porque consolidará institucionalmente un programa macroeconómico monetarista que resulta especialmente inadecuado para esas naciones. Tanto más cuanto que en realidad no existe ninguna evidencia clara de que una mayor independencia del banco central rebaje el índice inflacionario en los países en desarrollo, y todavía ayuda a alcanzar otros objetivos deseables, como más crecimiento y menos desempleo».
Para el autor «resulta irónico, pues, que el gobierno estadounidense se comporte internacionalmente como un mal samaritano y anime a los países en vías de desarrollo a crear un banco central independiente exclusivamente centrado en la inflación».
Cuando la prudencia no es prudente
Lo que dicen los neoliberales sobre ciertos puntos de la macroeconomía: «El énfasis en la prudencia fiscal ha sido un tema central en la macroeconomía neoliberal promovida por los malos samaritanos. Argumentan que el gobierno no debe vivir por encima de sus posibilidades y tiene que equilibrar siempre su presupuesto. Afirman que el gasto deficitario sólo lleva a la inflación y mina la estabilidad económica, lo cual, a su vez, reduce el crecimiento y disminuye el nivel de vida de las personas con ingresos fijos.
Luego dice: «Ser prudente no significa que el gobierno tenga que cuadrar sus cuentas todos los años, como predican los malos samaritanos a los países en vías de desarrollo. Es posible que haya que equilibrar el presupuesto gubernamental, pero esto debe conseguirse al cabo de un ciclo de negocios en vez de cada año».
Keynesianismo para los ricos, monetarismo para los pobres
Cuando los países ricos entran en recesión por lo general relajan la política monetaria y aumentan los déficit presupuestarios. Cuando sucede lo mismo en naciones en vías de desarrollo, los malos samaritanos, a través del FMI, les obligan a aumentar los tipos de interés a niveles absurdos y a equilibrar sus presupuestos , o incluso a generar superávit presupuestario, aunque tales acciones tripliquen el desempleo y provoquen disturbios en las calles.
Capítulo 8
Zaire frente a Indonesia
¿Debemos volver la espalda a países corruptos antidemocráticos?
La corrupción es un problema grave en muchos países subdesarrollados. Pero los malos samaritanos la están utilizando como una justificación conveniente para la reducción de sus compromisos de ayuda, pese al hecho de que recortar la ayuda perjudicará más a los pobres de como lo hará sobre los dirigentes deshonestos de un país, sobre todo en las naciones más pobres. Además, emplean cada vez más la corrupción como «justificación» de los fracasos de las políticas neoliberales que han fomentado durante las dos últimas décadas y media. Esas políticas han fracasado porque eran defectuosas, no porque hayan sido arrolladas por factores antidesarrollo locales, como corrupción o cultura «errónea», contrariamente a lo que se aduce cada vez más entre los malos samaritanos.
¿Perjudica la corrupción al desarrollo económico?
Habla del soborno y los problemas de este y la corrupción. En conclusión dice que: «Así pues, las consecuencia económica de la corrupción depende de qué decisiones afectan al acto corrupto, cómo son utilizados los sobornos por sus receptores y qué se habría hecho con el dinero de no haber habido corrupción».
Prosperidad y honestidad
Plantea: «Si el impacto de la corrupción en el desarrollo económico es ambiguo, ¿qué me dice de la incidencia de este último en aquella? Mi respuesta es que el desarrollo económico hace más fácil reducir la corrupción, pero que no existe una vinculación automática. Mucho depende de los esfuerzos conscientes realizados para reducir la corrupción».
Chang, relaciona el soborno con aquellos que son pobres y necesitan el dinero u otras personas en condiciones similares.
Demasiadas fuerzas en el mercado
La corrupción suele existir porque hay demasiadas fuerzas del mercado, no demasiado pocas. Los países corruptos tienen mercados secundarios en cosas inadecuadas, como contratos, empleos y licencias del gobierno. De hecho, solo después de ilegalizar la venta de cosas como cargos gubernamentales las naciones ricas de hoy podrían reducir considerablemente la especulación mediante el abuso de cargo público. Desencadenar más fuerzas del mercado a través de desregulación, como insiste sin cesar la ortodoxia neoliberal, puede empeorar la situación.Es por eso que la corrupción a menudo se ha incrementado, en vez de disminuir, en muchos países en vías de desarrollo después de la liberalización forzada por los malos samaritanos.
Democracia y libre mercado
Existe un amplio consenso entre los neoliberales de que la democracia y desarrollo económico se refuerzan mutuamente. Desde luego, los neoliberales no son los únicos que mantienen este criterio. Pero lo que los distingue es su creencia de que esa relación está básicamente, cuando no exclusivamente, arbitrada por el (libre) mercado. Argumentan que la democracia fomenta los mercados libres, lo cual, a su vez, favorece el desarrollo económico, que a su vez promueve la democracia.
Pero ante esta idea, Chang sostiene que la democracia y los mercados no se refuerzan mutuamente sino que chocan en un nivel fundamental. La democracia funciona sobre el principio de «una persona un voto». El mercado funciona sobre el principio de «un dolar, un voto». Tenemos que equilibrarlos. Si sumamos el hecho de que los mercados libres son buenos para fomentar el desarrollo económico, cuesta trabajo decir que existe un círculo virtuoso entre democracia, libre mercado y desarrollo económico, contrariamente a lo que afirman los malos samaritanos.
Cuando las democracias minan la democracia
Los malos samaritanos han recomendado medidas que persiguen activamente minar la democracia en países en vías de desarrollo. A los economistas les preocupa que la política abra la puerta a la transformación de la racionalidad de mercado.
La solución neoliberal a este problema consiste en «despolitizar» la economía. Arguyen que hay que reducir el propio radio de acción del gobierno a la mínima expresión. Aluden que tales limitaciones son particularmente necesarias en naciones en vías de desarrollo donde los dirigentes son menos competentes y más corruptos.
El primer problema que presenta este argumento es que los mercados son construcciones políticas de por sí.
«Al presionar la despolitización de la economía, los malos samaritanos están minando la democracia», para entender: debilitando la democracia.
Democracia y desarrollo económico
Es obvio que democracia y desarrollo económico se influyen mutuamente, pero esta relación es mucho más compleja de lo que prevé en el argumento neoliberal, en el que la democracia fomentará el desarrollo económico volviendo más segura la propiedad privada y más libre los mercados.
Para empezar, dada la tensión fundamental entre democracia y mercado, es improbable que la democracia favorezca el desarrollo económico promoviendo el libre mercado. De hecho, los antiguos liberales temían que la democracia pudiera desalentar la inversión y por lo tanto el crecimiento. La democracia puede estimular el crecimiento económico por otros causes.
Desde luego no tenemos necesidad de demostrar que la democracia afecta positivamente al crecimiento económico para apoyarla. Si bien el efecto de la democracia en el desarrollo es ambiguo, el impacto del desarrollo económico en la democracia parece más claro. Se puede decir sin temor a equivocarse que, a la larga, el desarrollo económico trae la democracia. Pero este cuadro general no debería ocultar el hecho de que algunos países han mantenido la democracia desde cuando eran bastantes pobres, mientras que muchos otros no se han vuelto democráticos hasta que se han hecho muy ricos. Sin gente que luche realmente por ella, la democracia no emana automáticamente de la prosperidad económica.
Política y desarrollo económico
Esta última parte es un resumen de todo lo que habla en el capítulo. Chang, sintetiza: «En este capítulo he demostrado cómo el intento neoliberal de justificar los fracasos de sus programas con problemas políticos como corrupción y falta de democracia no es convincente. También he señalado que las soluciones que propusieron a esos problemas a menudo empeoraron las cosas».
Capítulo 9
Japoneses perezosos y alemanes ladrones
¿Son algunas culturas incapaces de desarrollarse económicamente?
Utiliza a los japoneses y alemanes como ejemplo. «Hace un siglo, los japoneses eran perezosos en vez de trabajadores; de mentalidad excesivamente independiente en vez de «hormigas obreras» leales; emotivos en lugar de inescrutables; joviales en lugar de serios, y vivían para el presente en lugar de pensar en el futuro. Hace un siglo y medio, los alemanes eran indolentes en vez de eficientes; individualistas en lugar de serviciales; más estúpidos que inteligentes; poco honrados y ladrones en lugar de cumplidores de la ley; más acomodadizos que disciplinados.
Esas caracterizaciones son desconcertantes por dos motivos. En primer lugar, si los japoneses y alemanes tenían unas culturas tan «malas», ¿cómo han podido hacerse tan ricos? Segundo, ¿por qué japoneses y germanos eran entonces tan distintos a sus descendentes actuales? ¿Cómo puede haber cambiado tan completamente sus «hábitos de legado nacional», plantea el autor.
¿Influye la cultura en el desarrollo económico?
Si el éxito económico está realmente determinado por «hábitos de legado nacional», algunos pueblos están destinados a ser más prósperos que otros y no se puede hacer gran cosa al respecto. Algunos países pobres no tendrán más remedio que seguir siéndolo.
Las justificaciones del desarrollo económico basado en la cultura han resurgido en la última década, ofreciendo una excusa muy útil a los malos samaritanos: las políticas neoliberales no han funcionado demasiado bien, no debido a problemas inherentes, sino porque las personas que las ponían en práctica tenían valores «erróneos» que reducían su eficacia.
¿Qué es una cultura?
El autor no responde directamente a la respuesta sino que se basa en ejemplos para decir que: «En la mayoría de los argumentos culturalistas, sin embargo, las culturas se definen en términos muy generales. Se nos presenta a menudo categorías increíblemente toscas, como Oriente-Occidente. Con mucha frecuencia se nos ofrece categorías «religiosas» amplias, como cristiano, mulsumán, étc.
Si las categorías como cristianismo son demasiado amplias, ¿qué les parece tomar países como unidades culturales? Por desgracia, esto no resuelve el problema ya que un país suele contener grupos culturales distintos, sobre todo en naciones extensas y culturalmente diversas».
El Dr. Jekyll frente a Mr. Hyde
El protagonista de la obra de Robert Louis Stevenson, El Dr. Jekyll y Mr. Hyde tiene una personalidad desdoblada, elemento que usa el autor para tratar de explicar su pensamiento: «El ejercicio de Jekyll y Hyde demuestra que no hay ninguna cultura que sea inequívocamente buena o mala para el desarrollo económico. Todo depende de qué haga la gente con la «materia prima» de su cultura. Pueden predominar elementos positivos o negativos». Toma como ejemplos a naciones como Japón.
Japoneses perezosos y alemanes ladrones
Muchas de las formas «negativas» de conducta de japoneses y alemanes en el pasado eran en buena medida las consecuencias de condiciones económicas comunes a todos los países subdesarrollados económicamente más que de sus culturas específicas. Es por eso por lo que los germanos y nipones del pasado eran «culturalmente» mucho más parecidos a la población de las naciones en vías de desarrollo actuales que a los alemanes y japoneses de hoy.
En otras palabras, la cultura cambia con el desarrollo económico. Es por eso por lo que las culturas de los japoneses y alemanes de hoy son tan distintas a las de sus antepasados. La cultura es la consecuencia, además de la causa, del desarrollo económico. Sería mucho más exacto decir que los países se vuelven «trabajadores» y «disciplinados» debido al desarrollo económico, y no al revés.
Cambiar la cultura
Chang da ejemplos para demostrar que «la persuasión ideológica es importante pero no basta, por sí sola, para cambiar la cultura. Debe ir acompañada de cambios en políticas e instituciones que puedan sostener las formas deseadas de conducta durante un espacio prolongado de tiempo para que se conviertan en rasgos culturales».
Reinventar la cultura
Con el fin de promover rasgos conductuales que sean útiles para el desarrollo económico, necesitamos una combinación de exhortación ideológica, medidas políticas para fomentar la prosperidad económica y los cambios institucionales que favorecen los cambios culturales deseados. No resulta fácil dar con esa combinación, pero una vez que se consigue, la cultura puede modificarse mucho más rápido de lo que normalmente se supone.
El hecho de que la cultura pueda cambiarse deliberadamente nos da esperanza. Ningún país esta condenado al subdesarrollo debido a su cultura. Pero al mismo tiempo no debemos olvidar que la cultura no puede reinventarse a voluntad.
Debemos comprender el papel de la cultura en el desarrollo económico en su verdadera complejidad e importancia. La cultura es compleja y difícil de definir. Afecta al desarrollo económico, pero este la afecta más que a la inversa. La cultura no es inmutable. Puede alterarse mediante: una interacción mutuamente reforzadora con el desarrollo económico; persuasión ideología, y políticas e instituciones complementarias que fomenten determinadas formas de conducta, que con el tiempo se conviertan en rasgos culturales. Solo entonces podremos liberar nuestra imaginación tanto del pesimismo injustificado de aquellos que creen que la cultura es el destino como del optimismo ingenuo de quienes creen que pueden persuadir a la gente de que piense de un modo distinto y provocar así el desarrollo económico.
Epílogo
San Pablo, octubre de 2037
¿Pueden mejorar las cosas?
Chang vuelve a redactar una historia ficticia como en el prólogo, aunque expresa que: «Mi historia alternativa del futuro no es una fantasía absoluta. Está basada en la realidad mucho más firmemente de lo que puede parecer al principio. Si el mundo continúa con las políticas neoliberales difundidas en l actualidad por los malos samaritanos, muchos de los acontecimientos que «documento» en el relato, o algo parecido, podrían suceder».
Por qué la fabricación es importante
La historia ha demostrado reiteradamente que el factor más importante que distingue a los países ricos de los pobres es básicamente sus competencias superiores en fabricación, donde la productividad es por lo general mayor, y, más importante aún, donde la productividad tiende a crecer más deprisa que la agricultura o los servicios.
Inclinar el terreno de juego
No basta con saber qué políticas son adecuadas para sus circunstancias particulares. Un país deber ser capaz de ponerlas en práctica. Durante el último cuarto de siglo, los malos samaritanos han dificultado cada vez más a las naciones subdesarrolladas emprender las políticas «adecuadas» para su desarrollo. Afirman que las políticas nacionalistas deberían prohibirse, o restringirse severamente, no solo porque se cree que son malas para los propios países que las practican sino también porque llevan a una competencia «desleal». Cuando argumentan esto, los malos samaritanos invocan sin parar el concepto del «terreno de juego plano».
Los malos samaritanos exigen que no se autorice a las naciones en vías de desarrollo emplear herramientas políticas adicionales para protección, subvenciones y regulación, por cuanto constituyen una competencia ilícita. Arguyen que, si se les permitiera hacer eso, los países subdesarrollados serían como un equipo de fútbol atacando cuesta abajo, mientras que el equipo contrario se esforzaría por subir por el empinado campo de juego. Hay que librarse de todas las barreras protectoras y hacer que todo el mundo compita en pie de igualdad; a fin de cuentas, los beneficios del mercado solo pueden cosecharse cuando la competencia subyacente es leal.
Inclinar el terreno de juego a favor de las naciones en vías de desarrollo no es ahora solo cuestión de trato justo. Se trata también de proporcionar a los países económicamente menos avanzados las herramientas para adquirir nuevas competencias sacrificando beneficios a corto plazo. De hecho, permitir a los países pobres aumentar sus competencias más fácilmente adelanta el día en que la diferencia entre os jugadores sea pequeña y por lo tanto ya no sea necesario inclinar el terreno de juego.
Por último, Ha-Joon Chang tiene la esperanza de que las naciones cambien de actitud y se dejen de comportar como malos samaritanos.
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